miércoles, 23 de septiembre de 2009

Chepén: Entre el Cerro y las Sombras

Julia Wong Kcomt

Chepén. No es una ciudad, es un enorme pedazo de corazón y de cielo. Hace unos días Luís Jaime Castillo catedrático de la Universidad Católica de Lima, en una conferencia realizada con el auspicio de la Logia Masónica de Chepén nos contaba que Chepén es un milagro, está situado en un lugar donde por la geografía y orografía debería haberse ido secando hasta sucumbir a la naturaleza árida de la zona, pero los ríos no quisieron vernos morir.... el río Chamán, en el valle del mismo nombre irrigó gran parte de los terrenos, como también otros ríos que salen del valle del Jequetepeque, al que por obra y gracia de el fenómeno del Niño, junto a la construcción de la represa del Gallito Ciego se han ido amalgamando en un conjunto hasta formar un extraño microclima, algo caluroso y sobreprotegido por montañas, desde Talambo hasta cruzar San José de Moro, terruño de la maestra de la vida de este lugar, doña La sacerdotisa, nuestra señora de Moro.

He visitado muchas veces las excavaciones del hallazgo de la tumba de la sacerdotisa, el museo de sitio, también he disfrutado de la belleza de las replicas del cáliz ceremonial que la identifica, como de nuevos cerámicos que han ido tomando forma en la mente de los artistas, de acuerdo a la iconografía. Los modelos antiguos han ido tratando de alcanzar las exigencias del mercado global, porque San José de Moro está lleno de estudiantes extranjeros que vienen a hacer prácticas o estudios de postgrado a este lugar.

El trasfondo de la permanencia religiosa de una mujer con tanto poder en la zona, me hace reflexionar sobre el matriarcado en mi casa, la fortaleza de mi madre para hacer negocios y sobrevivir tempestades, pero también la necesidad de la magia, los ritos, los recurrentes reencuentros con la medicina natural, las invocaciones al cielo y la naturaleza, los sacrificios, la clarividencia de los chamanes y por supuesto el merchandising de todo este emblema para presentarlo como producto dentro del engranaje turístico de nuestro súper misterioso Norte, en toda la ruta Moche (Chan Chan . Waca del Sol y la Luna. Señora de Cao, el Brujo, Señora de Moro, Waca Rajada, Sipán)

Ayer visité un brujo, por varias razones, una de ellas fue como siempre tratar de entender tangencialmente el mundo andino y el animismo religioso, que me atrae y me repele, de acuerdo a la arbitrariedad del azar, si es que me levanto con el pie cristiano, budista o antropológico. Visitar un brujo por aquí, significa dejarse llevar por las plantas, los sables de madera y los conjuros que devolverán la vida al embrujado.

La otra razón era quitarme el clavo y el miedo de visitar a un brujo de verdad, de los que siempre estamos escuchando en esta parte del Perú, todos creemos de alguna manera en el daño, el mal de ojo, el mal de amores, la malsana envidia, los amarres.

Alguna vez he ido a una tirada de cartas de la que he salido mal parada, por lo que no soy muy asidua recurrente a estos gajes, pero un amigo me convenció que vaya a visitar a este Señor Brujo, quien es más que nada un doctor religioso y no me va a hacer daño¨... pensando que la Señora de Moro fue tan poderosa seguramente gracias a un consejero de estos a su lado, fui, no buscando el poder político ni muchas respuestas, si no por algunos malestares nerviosos y la curiosidad que me traía ya un poco atormentada.

Fue una buena experiencia. Mi amigo, porque ahora nos hemos prometido amistad, tiene certificado de curandería, es primo directo del fallecido Santos Vera, el brujo más conocido de la zona, quien es ya un consagrado en la historia de las sanaciones. Su humilde casa estaba llena de diplomas de convenios y congresos de curanderos y me pidió que le hiciera buena propaganda porque el le saca el mal a quien menos piensa que esta brujeado.

No se si fueron los bailes, las yerbas o su buen humor, pero nos reímos tanto mientras me contaba cosas de sus clientes ( sin mencionar nombres por supuesto), soluciones a conflictos y sobre todo el poder del espíritu santo en su corazón. Como buen santero tenía muchas imágenes de santos y vírgenes con él. Cuando salí de su casa, sentía que muchas sombras estaban disipadas y que no le debía tener miedo a acercarme al poder que tienen algunas almas de trasmitir tranquilidad, sosiego, humildad y ternura.

No creo que el mal de la posmodernidad, si ésta existe, la avaricia, el egoísmo y la intolerancia pueda ser curada por chamanes, pero el mar aunque parezca lejos del cerro de Chepén, los ríos y los rezos son un buen comienzo para entender esta tierra, sus hombres, sus mujeres (incluyendo
mi extraño corazón)... sus miradas furtivas y sus misterios.
Chepén, 06 de setiembre del 2009
(Publicado en: Revista Virtual De Todo Como en Bótica, 11.09.2009)

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