lunes, 7 de diciembre de 2009

Cuento: Mejor es Chepén que el Paraiso

Cuentan que un día murió un chepenano y que, siendo de los buenos (porque también hay de los otros, indignos de esta tierra generosa) fue derechito al Cielo. San Pedro lo recibió y condujo hacia la morada eterna a la cual llegaremos todos si nos portamos bien en este mundo.

Ocurre que pasados unos días, San Pedro fue a verlo y le encontró triste, melancólico.
- ¿Qué te pasa chepenano?, le preguntó.
- Extraño a mi tierra, respondió.
- Haré que eso te pase rápido, dijo San Pedro.

Y se fue y dispuso que unos ángeles vinieran a alegrarle con música celestial. Pero el chepenano seguía con el estado de ánimo decaído de lo que le informaron al portero del Reino y éste fue a ver a Dios Padre contándole lo que ocurría.

Entonces Dios ordenó que, allá en el Paraíso, se hiciera una réplica de nuestra hermosa Ciudad, con sus calles y jirones, el Cerro, la Plaza y hasta los toldos de la Feria de San Sebastián para que nuestro paisano se sintiera "en casa". En aquel tiempo no había aún mototaxis de manera que tampoco las hubo en el cielo siendo, por tanto, el ambiente silencioso, tranquilo, con tan sólo los ruidos originales de Chepén.

Todo estaba bien, pero el chepenano seguía intranquilo, descontento, por más que veía y apreciaba el regalo que Dios le había concedido y que su Angel de la Guarda procuraba entretenerle hablándole como un verdadero chepenano.

- ¿No te parece que todo aquí está "bien legal"?, otros quisieran un regalo como éste, ¿di?.

Y como el Angel no pudo alegrarle, fue donde San Pedro quien conversó con el chepenano y viendo que no quería aclarar las cosas, pidió permiso al Supremo Hacedor y, con su consentimiento, llevó a nuestro paisano ante su Divina Presencia.

Realmente, Dios ya sabía de que se trataba pero quiso oir de viva voz las declaraciones del inconforme y le preguntó cuáles eran los motivos de su tristeza a lo que el chepenano respondió:

- Permíteme guardar silencio, Señor; porque temo que te vayas a molestar.
- Habla no más, insistió el Padre Eterno. Habla no más, con la confianza que merece un alma buena como tú.
- Pero, Señor, yo quiero que estés siempre conmigo ... quiero estar cerca de Ti.
- Habla, hijo.
- Lo que te voy a pedir quien sabe no me lo concederás...
- Sea lo que sea, dímelo, hijo. Ya veremos.

- Señor mío y Dios mío: yo te agradezco por haber hecho aquí en el Paraíso una imagen de mi tierra. No falta nada, por más que busco, pero bien sé que es sólo una réplica y si no fuera mucho pedir, yo quisiera volver a mi Chepén, con todo respeto, Señor, para mí...mejor es Chepén que el Paraíso.

- Eso me gusta, hijo, que quieras mucho a tu tierra; y como ya tu tiempo se ha cumplido y por lo tanto no podrás volver allá, haré que, en adelante, todos tus coterráneos sean buenos como tú, para que, cuando sea su turno, vengan todos al cielo de manera que todos estén contigo aquí, en este Chepén celestial, y asi ya no tengas nada que hechar de menos. Ya verás...

¿Quiere el lector verificar si es cierta esta versión? Tenga paciencia; su hora llegará y, mientras tanto, pórtese bien, quiera, respete y cuide mucho a su tierra, que esa es la voluntad de Dios
.(Fuente: Tucto, Miguel. Revista Monográfica Chepén, Nº 6, Junio 2005. Relato basado en una idea original de don Rafael Polo Miranda)
Foto: Zañartu

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