miércoles, 3 de noviembre de 2010

Una Novela en Chepén, la pequeña Cantón

Eduardo González Viaña

Se llama “tusán” a los descendientes de chinos en el exterior. Los países, en América, que albergan la mayoría de la población tusán son Estados Unidos, Canadá y el Perú, y en este último país, hay unas cuantas ciudades que parecen parte de la propia China. Durante casi todo el siglo pasado, Chepén fue una de ellas. De allí el título de esta nota.

Chepén está situada en el corazón del valle del río Jequetepeque, y en esa región- desde su arribo al país- los chinos introdujeron las más avanzadas técnicas agrícolas producto de una experiencia milenaria y fueron un factor determinante para crear un valle que durante la mayor parte de este tiempo ha abastecido de arroz al Perú.

Desde su llegada, producida a fines del siglo diecinueve, la relación entre los inmigrantes y los nativos fue tan armónica que, de inmediato se formaron familias mixtas y el sincretismo cultural llegó a extremos insospechables. Para expresar su origen común, los recién llegados se llamaban entre ellos “paisano, paisanos”, pero no lo decían en chino sino en castellano, y la expresión se extendió hasta el punto de ser asumida también por los chepenanos.

No es raro por eso que entonces se comenzara a llamar a Chepén, la “pequeña Cantón”.
En la calle principal existía un local donde funcionaba el Kuo Ming Tang, conformado por los integrantes del Partido Nacionalista Chino. El diez de octubre de cada año, fecha de la creación de la República, los “paisanos” –chinos y peruanos- se reunían para celebrar el acontecimiento.

Un “tusán” de Chepén acaba de escribir una novela que comienza allí y no termina nunca. Esta novela es la historia de una familia china en el Perú durante cien años.
Pero no es tan sólo eso. Las vivencias de los personajes –desmesuradas e interminables- hacen que ésta sea al mismo tiempo la historia de una familia y la historia del mundo.
Eduardo González Viaña

Róger Li Mau no ha necesitado salir de su casa ni hacer un viaje por el tiempo para escribir un relato que congrega multitudes y guerras, catástrofes y revoluciones, la geografía del Asia y la de América y toda la historia mundial del siglo veinte. Le ha bastado con recordar la aventura vital de sus padres.

La historia, que es real y autobiográfica, comienza en la China al amanecer del siglo veinte adonde ha llegado un joven asiático nacido en el Perú para desposar a una muchacha de la tierra de sus ancestros. Kom Shing, el “tusán”, y Yu Yen se casan durante el otoño y, al otoño siguiente nace su hija Poy Lan.

Razones urgentes obligan a la joven pareja a regresar al Perú cuanto antes. Como la travesía en barco dura más de cuarenta días, la mayoría de los pasajeros suele marearse, y Yu Yen está de nuevo embarazada, se le hace imposible llevar a la pequeña Poy Lan, y deben dejarla al cuidado de su tía Mey King. Está planeado que luego de resolver algunos asuntos pendientes y en menos de un año volverán por ella.

El drama que viene después dura un siglo o más, y acaso no ha terminado todavía. La vida de los protagonistas convertidos en el Perú en Luis Li y María Mau parece seguir un previo guión literario. O más bien, histórico, porque será la historia universal la que se oponga entre ellos y su hijita durante todo el tiempo. Primero, la invasión japonesa, después la prolongada guerra civil y por fin una sucesión de acontecimientos entre los que se encuentran la revolución comunista y la instauración de la República Popular China, la guerra en Corea e incluso la revolución cultural –las bombas, las invasiones, el éxodo de los vencidos- todo afectará la aldea donde han dejado a su niña e irá retrasando década tras década el encuentro.

Róger Li Mau- el autor- hijo de Kom Shing y Yu Yen, o sea de Luis Li y María Mau, ha salido muy poco de Chepén y, sin embargo, la historia real de sus padres le ha revelado el corazón del mundo.

No es un escritor profesional ni lo pretende. Su vida ha transcurrido entre la agricultura y el comercio. Sin embargo, el recuerdo amoroso de los suyos y el ancestral culto de los antepasados le han llevado la mano para escribir uno de los textos más dramáticos que se hayan producido sobre el encuentro entre nuestra América y la civilización viviente más antigua del planeta.

En la época de su adolescencia, Róger Li Mau, el autor, se reunía con su amigo Lucho Kcomt para seguir en un mapa con tachuelas los acontecimientos de la guerra en Corea. En su casa, después, escuchaba de sus padres las confidencias sobre la vida en la China y percibía el interminable dolor maternal por la hija ausente.

En el Chen Lin Club de Chepén hace muchos años nos hicimos amigos. Mi padre era abogado del suyo y de casi toda la colonia china de la provincia, y yo, por mi parte, iba a ese club de tusans fascinado por los resplandores de aquella cultura remota y por la gracia de algunas chiquillas de ese ancestro… Cuando era niño, yo quería ser chino…

María Mau había aprendido a hablar castellano en Chepén. Era profundamente creyente y no hacía diferencia entre las formas que tiene la gente para hablar con Dios en uno y otro lado del planeta. Para ella, Jesucristo era el Buda ausente, con rostro distinto, pero con la misma bondad y la misericordia que confieren eternidad y ofrecen sentido a la estirpe humana.

Su hija va a aparecer en un instante, pero no voy a contar en qué momento porque de eso trata el libro.

Cuando “Voces y lagrimas de ultramar” aparezca –ahora está en la imprenta- editorial de Fernando Kcomt “El parque lector”, en Trujillo- será el testimonio más valioso de la historia de los chinos que caminan por el mundo y de su integración en ese crisol multicultural que es el Perú. Para Róger Li Mau será un reencuentro con sus amados padres ya fallecidos y con su hermana Poy Lan que nació allá lejos un otoño de hace ya mucho tiempo… y que vuelve cada otoño.