martes, 6 de septiembre de 2011

UN DÍA EN PUEBLO NUEVO






Por: Iván La Riva Vegazzo

Pueblo Nuevo, distrito de la provincia de Chepén es uno de aquellos que vale la pena conocerlo. Lo afirmo después haber recorrido el corredor desde la capital hasta la playa de Chérrepe, ruta donde se sitúan sus principales recursos turísticos.

Empecé visitando Huaca Cotón, o lo que queda de ella pues el deterioro y el olvido terminaron por vencer su antigua majestuosidad. Camino a Santa Rosa pude apreciar la ubérrima campiña pueblonovana, cuyos campos estaban siendo preparados para sembrarlos de arroz, en las chacras se cosechaban cebollas y en otras, las plantaciones de yucas se erguían sobre el paisaje. Pude recorrer el bosque de “El Potrero” donde sus singulares y añejos algarrobos dan sombra fresca al visitante

Más adelante, en el caserío Alto san Idelfonso, antes conocido como Ñoqueque visité los restos de la primera iglesia del valle del Jequetepeque (1540). Los pobladores la llaman “Iglesia Vieja”. Al frente se ubican los restos de la que fue la casa del encomendero Francisco Pérez de Lezcano, uno de los oficiales que conquistaron el Perú junto con Francisco Pizarro. Según Ricardo Palma aquí se construyó una ermita para colocar a la virgen de Guadalupe, que después se convertiría en una iglesia muy concurrida en su época.
En las pampas de Chérrepe hay una formación montañosa que la leyenda cuenta que tras la muerte del cacique Chamac, el dios Wiracocha quiso perennizar su memoria encargándole a Waira, dios del viento, que esculpiera su figura en el cerro, por eso su perfil aparece esculpido como un guerrero que yace muerto.

Visité el sector antiguo de playa Chérrepe. Aquel que albergó a una vasta población indígena en épocas previas a la llegada de los españoles. Allí se venera la Cruz de Chérrepe. Durante los inicios de la colonia, éste fue el puerto de la floreciente ciudad de Zaña. Por aquí desembarcaron no solo los primeros esclavos que vinieron al Perú, sino los piratas que asolaron Zaña. Hoy, la pesca artesanal en caballitos de totora es un espectáculo para admirar, como también lo es la paz y tranquilidad del lugar, felizmente alejado de la contaminación de las ciudades.

Siguiendo la orilla del mar, hacia el sur, llegamos a la Bocana donde el río Chamán entrega sus aguas al mar formando una interesante escenografía por la cantidad de totorales donde habitan las aves migratorias.

Ya de regreso, visité las salinas de cerro Maquiavelo, interesante fenómeno geográfico formado por seis lagunas en cuyos sedimentos predominan la sal, la que se precipita por la fuerte evaporación. Siguiendo el recorrido llegue hasta la “Cueva de San Idelfonso”, una cavidad natural ubicada en una cadena montañosa frente al caserío Alto San Ildefonso. Se dice que en la época colonial allí se encontró la efigie de este santo que fuera colocada, quizás por el fraile Gerónimo de Escobar. Hoy este santo es el patrón del distrito.

Al final del recorrido, en Pueblo Nuevo me esperaba un delicioso almuerzo. Ceviche y una sabrosísima chita al ajo, asentada por una refrescante agua de cebada. La tarde la pasé conociendo las interesantes obras municipales, a la espera de las cinco, hora en que la panadería del pueblo entrega los sabrosos biscochos de canela para el disfrute de sus pobladores y visitantes.
Y así transcurrió mi día conociendo un interesante distrito de nuestra región donde prevalece la naturaleza, convirtiéndose en un eslabón fundamental de la Ruta